jueves, 18 de julio de 2013

Manifiesto Comunista


Manifiesto del Partido Comunista

     Fue una proclama encargada por la Liga de los Comunistas a Karl Marx y Friedrich Engels entre 1847 y 1848 y publicada por primera vez en Londres el 21 de febrero de 1848.

Ideas del Manifiesto:

  1. La historia política e intelectual de una sociedad está determinada por el modo de producción y la formación socio-económica que se deriva de él.
  2. Una vez aparecidas las clases sociales sobre la base de la propiedad privada y la explotación, la historia de las sociedades ha sido la historia de la lucha de las clases explotadoras y las explotadas.
  3. En la actual sociedad moderna el proletariado es la única clase social cuya emancipación significará la emancipación de toda la humanidad mediante la revolución comunista: la abolición de la propiedad burguesa, las clases sociales y el Estado.
     A continuación se presentan fragmentos del Manifiesto Comunista:

  • No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo.
  • El comunismo se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.
  • Ya es hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunista con un manifiesto de su partido.
  • Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases.
  • Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.
  •  La moderna burguesía es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales operadas en el régimen de cambio y de producción. 
  • Clase oprimida bajo el mando de los señores feudales, la burguesía forma en la “comuna”  una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza en repúblicas municipales independientes; en otros, forma el tercer estado tributario de las monarquías.
  • La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción y con él todo el régimen social. 
  • La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitantes del país. Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra en manos de unos cuantos la propiedad. 
  • El desarrollo de la industria no sólo nutre las filas del proletariado, sino que las aprieta y concentra; sus fuerzas crecen y crece también la conciencia de ellas. Y al paso que la maquinaria va borrando las diferencias y categorías en el trabajo y reduciendo los salarios casi en todas partes a un nivel bajísimo y uniforme, van nivelándose también los intereses y las condiciones de vida dentro del proletariado. 
  • Los obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera.
  • De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. 
  • Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría.  El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial.
  • La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. 
  • Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.
  • El objetivo inmediato de los comunistas es idéntico al que persiguen los demás partidos proletarios en general: formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista del Poder.
  • El burgués, que no ve en su mujer más que un simple instrumento de producción, al oírnos proclamar la necesidad de que los instrumentos de producción sean explotados colectivamente, no puede por menos de pensar que el régimen colectivo se hará extensivo igualmente a la mujer.
  • A los comunistas se nos reprocha también que queramos abolir la patria, la nacionalidad. Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen. No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del Poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida ni mucho menos con el de la burguesía. 
  • La revolución comunista viene a romper de la manera más radical con el régimen tradicional de la propiedad; nada tiene, pues, de extraño que se vea obligada a romper, en su desarrollo, de la manera también más radical, con las ideas tradicionales. 
  • El socialismo feudal, una mezcla de lamento, eco del pasado y rumor sordo del porvenir; un socialismo que de vez en cuando asestaba a la burguesía un golpe en medio del corazón con sus juicios sardónicos y acerados, pero que casi siempre movía a risa por su total incapacidad para comprender la marcha de la historia moderna. 
  • Lo que más reprochan a la burguesía no es el engendrar un proletariado, sino el engendrar un proletariado revolucionario. 
  • Como los curas van siempre del brazo de los señores feudales, no es extraño que con este socialismo feudal venga a confluir el socialismo clerical. 
  •  Nada más fácil que dar al ascetismo cristiano un barniz socialista. ¿No combatió también el cristianismo contra la propiedad privada, contra el matrimonio, contra el Estado? ¿No predicó frente a las instituciones la caridad y la limosna, el celibato y el castigo de la carne, la vida monástica y la Iglesia?  El socialismo cristiano es el hisopazo con que el clérigo bendice el despecho del aristócrata. 
  • La aristocracia feudal no es la única clase derrocada por la burguesía, la única clase cuyas condiciones de vida ha venido a oprimir y matar la sociedad burguesa moderna. Los villanos medievales y los pequeños labriegos fueron los precursores de la moderna burguesía. Y en los países en que la industria y el comercio no han alcanzado un nivel suficiente de desarrollo, esta clase sigue vegetando al lado de la burguesía ascensional. 
  • Una parte de la burguesía desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa. Se encuentran en este bando los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficencia, las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya. 
  •  Los burgueses socialistas considerarían ideales las condiciones de vida de la sociedad moderna sin las luchas y los peligros que encierran. Su ideal es la sociedad existente, depurada de los elementos que la corroen y revolucionan: la burguesía sin el proletariado.  Es natural que la burguesía se represente el mundo en que gobierna como el mejor de los mundos posibles.  El socialismo burgués eleva esta idea consoladora a sistema o semisistema. Y al invitar al proletariado a que lo realice, tomando posesión de la nueva Jerusalén, lo que en realidad exige de él es que se avenga para siempre, al actual sistema de sociedad, pero desterrando la deplorable idea que de él se forma.Los comunistas, aunque luchando siempre por alcanzar los objetivos inmediatos y defender los intereses cotidianos de la clase obrera, representan a la par, dentro del movimiento actual, su porvenir. En Francia se alían al partido democrático-socialista  contra la burguesía conservadora y radical, más sin renunciar por esto a su derecho de crítica frente a los tópicos y las ilusiones procedentes de la tradición revolucionaria.Los comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante. 

Lenin



Vladímir Ilich Uliánov, “Lenin”
    
    
     Lenin, nació el 22 de abril de 1870, en el seno de una familia típica de la intelectualidad rusa de fines del siglo XIX. Era el cuarto de los seis hijos de llia Uliánov y María Alexandrovna Blank.

     El ambiente estudioso de la casa, donde no faltaba una buena biblioteca, propiciaba el desarrollo del sentido del deber y la disciplina. Vladímir era un muchacho perseverante y tenaz, un alumno asiduo y metódico que obtenía las mejores notas y destacaba en el ajedrez. A los catorce años comenzó a leer libros “prohibidos”, Rusia vivía entonces bajo la más negra represión y la lectura de los grandes demócratas era considerada un delito.

     Cuando la familia se trasladó a la fuerza a la aldea de Kokuchkino, cerca de Kazán, Vladímir abandonó la religión, pues, como diría más adelante, la suerte de su hermano le “había marcado el destino a seguir”. En Kazán inició sus estudios de derecho en la universidad imperial, uno de los focos de mayor oposición al régimen autocrático. El mismo año de su ingreso, en 1887, Vladímir fue detenido por participar en una manifestación de protesta contra el zar. Cuando uno de los policías que lo custodiaban le preguntó por qué se mezclaba en esas revueltas, por qué se daba cabezazos contra un muro, su respuesta fue: “Sí, es un muro, cierto, pero con un puntapié se vendrá abajo”.

     Expulsado de la universidad, se dedicó por entero a las teorías revolucionarias, comenzó a estudiar las obras de Marx y Engels directamente del alemán, y leyó por primera vez El capital, lectura decisiva para su adhesión al marxismo ortodoxo. Ya en sus primeros escritos defendió el marxismo frente a las teorías de los "naródniki", los populistas rusos. En mayo de 1889 la familia se trasladó a la provincia de Samara, donde, después de muchas peticiones, Lenin obtuvo la autorización para examinarse en leyes como alumno libre. Tres años después se graduó con las más altas calificaciones y comenzó a ejercer la abogacía entre artesanos y campesinos pobres.

     Con el inicio de la Primera Guerra Mundial su figura política se expande, al propugnar la oposición de la socialdemocracia alemana a la misma, y lo convierte en una figura clave en Rusia, cuando la evolución de la contienda se muestra abiertamente desfavorable para su país. Tras la inesperada revolución de febrero, que culmina en la abdicación del zar, comienza a fraguarse un proceso revolucionario que se resolvería en el mes de noviembre.

Tesis de abril

     En estas tesis, Lenin aborda las siguientes cuestiones:


  • Rechazo de la guerra imperialista, sometida a los intereses del capital. Estos mismos intereses hacen imposible una paz que sea realmente democrática, no impuesta por la fuerza y sin anexiones.
  • En Rusia se ha pasado de la primera etapa de la revolución (que da el poder a la burguesía) a la segunda, que debe poner ese poder en manos del proletariado y de los campesinos pobres.
  • Desenmascarar el Gobierno Provisional como gobierno de capitalistas, y negarles todo apoyo.
  • Reconocimiento de que el Partido se encuentra en minoría en los Sóviets (consejos de obreros).
  • Reivindicación, no de una república parlamentaria, sino de una república de los Soviets. Dentro de la cual se supriman policía, ejército y burocracia, sin que la remuneración de todos los funcionarios exceda nunca el sueldo de un obrero cualificado.
  • Reforma agraria. Confiscación de las tierras de los terratenientes. Nacionalización de todas las tierras que se pondrán a disposición de los Sóviets locales.
  • Fusión de los bancos, en un banco único bajo el control de los Soviets.
  • Como tareas del Partido: (1) Celebración de un nuevo Congreso. (2) Modificación del programa en relación con la posición ante el imperialismo y ante el Estado, y reforma del programa mínimo. (3) Cambio de denominación del Partido, que ha de pasar de "socialdemócrata" a la de comunista.

La Revolución de Octubre

     El cansancio y el derrotismo general en las naciones beligerantes a comienzos de 1917, desembocó en el imperio de los zares en un amplio movimiento revolucionario que, al grito de “¡Viva la libertad y el pueblo!”, ganó las principales ciudades. Los trabajadores de Petrogrado se organizaron en soviets, o consejos de obreros, y la guarnición de la ciudad, encabezada por los mismos regimientos de la guardia imperial, se sumó en masa al movimiento.

     A través de Pravda, Lenin publicaba sus “Cartas desde el exilio”, con instrucciones para avanzar en la revolución, aniquilando de raíz la vieja maquinaria del Estado. Ejército, policía y burocracia debían ser sustituidos por “una organización emanada del conjunto del pueblo armado que comprenda sin excepción todos sus miembros”. Un mes después de la abdicación del zar, en abril de 1917, Lenin llegaba a la estación Finlandia de Petrogrado, tras atravesar Alemania en un vagón blindado proporcionado por el estado mayor alemán. A pesar de las disputas políticas que originó su negociación con el gobierno del káiser, Lenin fue recibido en la capital rusa por una multitud entusiasta que le dio la bienvenida como a un héroe. Pero el jefe de los bolcheviques no se comprometió con el gobierno provisional y, por el contrario, terminó su discurso de la estación con un desafiante “¡Viva la revolución socialista internacional!”.


     Muchos de sus camaradas habían aceptado la autoridad de dicho gobierno, al que Lenin calificaba de “imperialista y burgués”, acercándose así a las corrientes izquierdistas de la clase obrera, cada vez más radicalizadas, y con el apoyo de un importante aliado, Trotski. A pesar de que los bolcheviques aún constituían una minoría dentro de los soviets, Lenin lanzó entonces la consigna: “Todo el poder para los soviets”, pese al evidente desinterés de los mencheviques y los socialistas revolucionarios por tomar tal poder.

     Para hacer frente a la presunta amenaza de un golpe de estado por parte de los seguidores de Lenin, en el mes de julio, la presidencia del gobierno provisional pasó a manos de un hombre fuerte, Kerenski, en sustitución del príncipe Lvov. Al cabo de unos días aquél ordenó que le detuvieran y Lenin se vio obligado a huir a Finlandia: cruzó la frontera como fogonero de una locomotora, sin barba y con peluca, y se estableció en Helsingfors. Fue ésta su última etapa de clandestinidad, que habría de durar tres meses. En ellos escribió la obra que con el tiempo sería calificada de utopía leninista, El Estado y la revolución, por su concepción del Estado como aparato de dominación burguesa, destinado a desaparecer tras la etapa transitoria de la dictadura del proletariado y el advenimiento del comunismo.

     A medida que la situación interna se agravaba, Lenin desde el exterior urgía al partido a preparar la sublevación armada: “El gobierno se tambalea, hay que asestarle el golpe de gracia cueste lo que cueste”.

     La revolución había llegado al poder, pero ahora había que salvarla, y la tarea más urgente para ello, según Lenin, era firmar la paz inmediata. El Tratado de Brest-Litovsk, signado por Trotski el 3 de marzo de 1918, concertó la paz unilateral de Rusia con Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria y Turquía. El tratado ahondó aún más las divergencias con los socialistas revolucionarios que en agosto atentaron contra la vida de Lenin, y contribuyó a intensificar la decisión de las fuerzas contrarrevolucionarias para derribar al nuevo gobierno con el apoyo de los países aliados, especialmente Francia y Estados Unidos. Durante dos años, entre 1918 y 1920, la guerra civil condujo al gobierno soviético al borde del desastre; por último, el ejército de los contrarrevolucionarios, los “blancos”, conducido por antiguos generales zaristas, fue derrotado por el Ejército Rojo, formado por campesinos y obreros y dirigido por Trotski. Pero el país quedó devastado, la economía maltrecha y el hambre se enseñoreó de grandes regiones. El reto más grande de la revolución pasó a ser entonces la reconstrucción económica de Rusia, tarea que Lenin se propuso encarar a través de la NEP (nueva política económica), que detuvo las expropiaciones campesinas y supuso una apertura hacia una economía de mercado bajo control.

     Pese a las dificultades de la guerra civil, Lenin concretó en el año de 1919 su viejo sueño de fundar una nueva Revolución Internacional. En su opinión, el destino de Rusia dependía de la revolución mundial, y en especial del futuro del movimiento llevado adelante en Alemania por los espartaquistas. El 2 de marzo de 1919, en Moscú, inauguró el Primer Congreso de la III Internacional, invocando a los líderes del comunismo alemán asesinados: Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg. La Comintern elevó el comunismo ruso a la categoría de modelo a imitar por todos los países comunistas del mundo y al defender los movimientos de liberación nacional de los pueblos coloniales y semicoloniales de Asia, logró ampliar enormemente el número de aliados de la Revolución soviética.


     A finales de 1921, la salud de Lenin se vio gravemente afectada: sufría de insomnios progresivamente y sus dolores de cabeza eran cada vez más frecuentes. En marzo del año siguiente asistió por última vez a un congreso del partido, en el que fue elegido Stalin secretario general de la organización. Al mes siguiente se le intervenía quirúrgicamente para extraerle las balas que continuaban alojadas en su cuerpo desde el atentado sufrido en 1918. Si bien se recuperó rápidamente de la operación, pocas semanas después sufrió un serio ataque que, por un tiempo, le impidió el habla y el movimiento de las extremidades derechas. En junio su salud mejoró parcialmente y dirigió la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pero en diciembre sufrió un segundo ataque de apoplejía que le impidió cualquier posibilidad de influir en la política práctica. Aun así, tuvo la fuerza de dictar varias cartas, entre ellas su llamado “testamento” en la que expresa su gran temor ante la lucha por el poder entablada entre Trotski y Stalin en el seno del partido. El 21 de enero de 1924 una hemorragia cerebral acabó con su vida. El hombre que detestaba el culto a la personalidad y abominaba de la religión fue embalsamado y depositado en un rico mausoleo de la plaza Roja.