Vladímir Ilich Uliánov,
“Lenin”
El ambiente estudioso de la casa, donde no faltaba una buena biblioteca,
propiciaba el desarrollo del sentido del deber y la disciplina. Vladímir era un
muchacho perseverante y tenaz, un alumno asiduo y metódico que obtenía las
mejores notas y destacaba en el ajedrez. A los catorce años comenzó a leer
libros “prohibidos”, Rusia vivía entonces bajo la más negra represión y la
lectura de los grandes demócratas era considerada un delito.
Cuando la familia se trasladó a la fuerza a la aldea de Kokuchkino,
cerca de Kazán, Vladímir abandonó la religión, pues, como diría más adelante,
la suerte de su hermano le “había marcado el destino a seguir”. En Kazán inició
sus estudios de derecho en la universidad imperial, uno de los focos de mayor
oposición al régimen autocrático. El mismo año de su ingreso, en 1887, Vladímir
fue detenido por participar en una manifestación de protesta contra el zar.
Cuando uno de los policías que lo custodiaban le preguntó por qué se mezclaba
en esas revueltas, por qué se daba cabezazos contra un muro, su respuesta fue:
“Sí, es un muro, cierto, pero con un puntapié se vendrá abajo”.
Expulsado de la universidad, se
dedicó por entero a las teorías revolucionarias, comenzó a estudiar las obras
de Marx y Engels directamente del alemán, y leyó por primera vez El capital,
lectura decisiva para su adhesión al marxismo ortodoxo. Ya en sus primeros
escritos defendió el marxismo frente a las teorías de los "naródniki",
los populistas rusos. En mayo de 1889 la familia se trasladó a la provincia de
Samara, donde, después de muchas peticiones, Lenin obtuvo la autorización para
examinarse en leyes como alumno libre. Tres años después se graduó con las más
altas calificaciones y comenzó a ejercer la abogacía entre artesanos y
campesinos pobres.
Con el inicio de la Primera Guerra Mundial su figura política se
expande, al propugnar la oposición de la socialdemocracia alemana a la misma, y
lo convierte en una figura clave en Rusia, cuando la evolución de la contienda
se muestra abiertamente desfavorable para su país. Tras la inesperada
revolución de febrero, que culmina en la abdicación del zar, comienza a
fraguarse un proceso revolucionario que se resolvería en el mes de noviembre.
Tesis de
abril
En estas tesis, Lenin aborda las siguientes cuestiones:
- Rechazo de la guerra imperialista, sometida a los intereses del capital. Estos mismos intereses hacen imposible una paz que sea realmente democrática, no impuesta por la fuerza y sin anexiones.
- En Rusia se ha pasado de la primera etapa de la revolución (que da el poder a la burguesía) a la segunda, que debe poner ese poder en manos del proletariado y de los campesinos pobres.
- Desenmascarar el Gobierno Provisional como gobierno de capitalistas, y negarles todo apoyo.
- Reconocimiento de que el Partido se encuentra en minoría en los Sóviets (consejos de obreros).
- Reivindicación, no de una república parlamentaria, sino de una república de los Soviets. Dentro de la cual se supriman policía, ejército y burocracia, sin que la remuneración de todos los funcionarios exceda nunca el sueldo de un obrero cualificado.
- Reforma agraria. Confiscación de las tierras de los terratenientes. Nacionalización de todas las tierras que se pondrán a disposición de los Sóviets locales.
- Fusión de los bancos, en un banco único bajo el control de los Soviets.
- Como tareas del Partido: (1) Celebración de un nuevo Congreso. (2) Modificación del programa en relación con la posición ante el imperialismo y ante el Estado, y reforma del programa mínimo. (3) Cambio de denominación del Partido, que ha de pasar de "socialdemócrata" a la de comunista.
La Revolución de Octubre
El cansancio y el derrotismo general en las naciones beligerantes a
comienzos de 1917, desembocó en el imperio de los zares en un amplio movimiento
revolucionario que, al grito de “¡Viva la libertad y el pueblo!”, ganó las
principales ciudades. Los trabajadores de Petrogrado se organizaron en soviets,
o consejos de obreros, y la guarnición de la ciudad, encabezada por los mismos
regimientos de la guardia imperial, se sumó en masa al movimiento.
A través de Pravda, Lenin publicaba sus “Cartas desde el exilio”, con
instrucciones para avanzar en la revolución, aniquilando de raíz la vieja
maquinaria del Estado. Ejército, policía y burocracia debían ser sustituidos
por “una organización emanada del conjunto del pueblo armado que comprenda sin
excepción todos sus miembros”. Un mes después de la abdicación del zar, en
abril de 1917, Lenin llegaba a la estación Finlandia de Petrogrado, tras
atravesar Alemania en un vagón blindado proporcionado por el estado mayor
alemán. A pesar de las disputas políticas que originó su negociación con el
gobierno del káiser, Lenin fue recibido en la capital rusa por una multitud entusiasta
que le dio la bienvenida como a un héroe. Pero el jefe de los bolcheviques no
se comprometió con el gobierno provisional y, por el contrario, terminó su
discurso de la estación con un desafiante “¡Viva la revolución socialista
internacional!”.
Muchos de sus camaradas habían
aceptado la autoridad de dicho gobierno, al que Lenin calificaba de
“imperialista y burgués”, acercándose así a las corrientes izquierdistas de la
clase obrera, cada vez más radicalizadas, y con el apoyo de un importante aliado,
Trotski. A pesar de que los bolcheviques aún constituían una minoría dentro de
los soviets, Lenin lanzó entonces la consigna: “Todo el poder para los soviets”,
pese al evidente desinterés de los mencheviques y los socialistas
revolucionarios por tomar tal poder.
Para hacer
frente a la presunta amenaza de un golpe de estado por parte de los seguidores
de Lenin, en el mes de julio, la presidencia del gobierno provisional pasó a
manos de un hombre fuerte, Kerenski, en sustitución del príncipe Lvov. Al cabo
de unos días aquél ordenó que le detuvieran y Lenin se vio obligado a huir a
Finlandia: cruzó la frontera como fogonero de una locomotora, sin barba y con
peluca, y se estableció en Helsingfors. Fue ésta su última etapa de
clandestinidad, que habría de durar tres meses. En ellos escribió la obra que
con el tiempo sería calificada de utopía leninista, El Estado y la
revolución, por su concepción del Estado como aparato de dominación
burguesa, destinado a desaparecer tras la etapa transitoria de la dictadura del
proletariado y el advenimiento del comunismo.
A medida que la situación interna se agravaba, Lenin desde el exterior
urgía al partido a preparar la sublevación armada: “El gobierno se tambalea,
hay que asestarle el golpe de gracia cueste lo que cueste”.
La revolución había llegado al poder, pero ahora había que salvarla, y
la tarea más urgente para ello, según Lenin, era firmar la paz inmediata. El
Tratado de Brest-Litovsk, signado por Trotski el 3 de marzo de 1918, concertó
la paz unilateral de Rusia con Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria y Turquía.
El tratado ahondó aún más las divergencias con los socialistas revolucionarios que
en agosto atentaron contra la vida de Lenin, y contribuyó a intensificar la
decisión de las fuerzas contrarrevolucionarias para derribar al nuevo gobierno
con el apoyo de los países aliados, especialmente Francia y Estados Unidos.
Durante dos años, entre 1918 y 1920, la guerra civil condujo al gobierno
soviético al borde del desastre; por último, el ejército de los
contrarrevolucionarios, los “blancos”, conducido por antiguos generales
zaristas, fue derrotado por el Ejército Rojo, formado por campesinos y obreros
y dirigido por Trotski. Pero el país quedó devastado, la economía maltrecha y
el hambre se enseñoreó de grandes regiones. El reto más grande de la revolución
pasó a ser entonces la reconstrucción económica de Rusia, tarea que Lenin se
propuso encarar a través de la NEP (nueva política económica), que detuvo las
expropiaciones campesinas y supuso una apertura hacia una economía de mercado
bajo control.
Pese a las dificultades de la guerra civil, Lenin concretó en el año de 1919
su viejo sueño de fundar una nueva Revolución Internacional. En su opinión, el
destino de Rusia dependía de la revolución mundial, y en especial del futuro
del movimiento llevado adelante en Alemania por los espartaquistas. El 2 de
marzo de 1919, en Moscú, inauguró el Primer Congreso de la III Internacional,
invocando a los líderes del comunismo alemán asesinados: Karl Liebknecht y Rosa
Luxemburg. La Comintern elevó el comunismo ruso a la categoría de modelo a
imitar por todos los países comunistas del mundo y al defender los movimientos
de liberación nacional de los pueblos coloniales y semicoloniales de Asia,
logró ampliar enormemente el número de aliados de la Revolución soviética.
A finales de 1921, la salud de
Lenin se vio gravemente afectada: sufría de insomnios progresivamente y sus
dolores de cabeza eran cada vez más frecuentes. En marzo del año siguiente asistió
por última vez a un congreso del partido, en el que fue elegido Stalin
secretario general de la organización. Al mes siguiente se le intervenía
quirúrgicamente para extraerle las balas que continuaban alojadas en su cuerpo
desde el atentado sufrido en 1918. Si bien se recuperó rápidamente de la
operación, pocas semanas después sufrió un serio ataque que, por un tiempo, le
impidió el habla y el movimiento de las extremidades derechas. En junio su
salud mejoró parcialmente y dirigió la formación de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas. Pero en diciembre sufrió un segundo ataque de apoplejía
que le impidió cualquier posibilidad de influir en la política práctica. Aun
así, tuvo la fuerza de dictar varias cartas, entre ellas su llamado
“testamento” en la que expresa su gran temor ante la lucha por el poder
entablada entre Trotski y Stalin en el seno del partido. El 21 de enero de 1924
una hemorragia cerebral acabó con su vida. El hombre que detestaba el culto a
la personalidad y abominaba de la religión fue embalsamado y depositado en un
rico mausoleo de la plaza Roja.
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